Caracas parte 2

 

Hay dos frases que me hacen cagar de la risa. Por todo lo que quieren representar -o más bien aparentar- y por lo que han devenido:

FRASE 1

«Aquí mi hermano… jodido, pero en Caracas».

FRASE 2

«Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra».

¿Porqué seguimos repitiendo esas absurdas frases diariamente? Caracas no es ninguna maravilla. Al contrario, es una soberana cagada. Pero no nos crea a nosotros, al menos no a priori. Vaya y pregúntele a alguien que viene de pasar 2 horas metido en un carro, para recorrer una distancia que a pie bien podría haberla hecho en 40 minutos. Vaya y pregúntele a alguien que tenga la desgracia de ser peatón un día de aguacero caraqueño. O al niño que va a las 7 AM apretado en una camionetica con otros 40 desconocidos. Quizás haga falta que todos nos convenzamos de esto, para tocar fondo y empezar a tomar medidas concretas para mejorarla. Porque mientras sigamos creyendo que este desastre es una urbe cosmopolita y moderna, vamos a estar pelando bola. La decadencia ocurrirá en nuestras narices, y no seremos capaces de darnos cuenta.

Las ciudades, haciendo un ejercicio de abstracción, bien pueden ser una representación de como sus habitantes entienden al mundo que los rodea. En el caso de Caracas, eso no puede ser más cierto. Caracas fue construida -y sobre todo, destruida- a los coñazos. Improvisando. Basándose en el desorden. Sin planes, sin continuidad, sin pensar en los años venideros, en el crecimiento normal y lógico de toda ciudad. Hoy sufrimos con creces esa dejadez. Tráfico, contaminación, crimen, azotan esta ciudad, de casi seis millones de habitantes. Una ciudad que, de haber sido pensada a futuro, nunca ha debido tener una población de más 3 millones de personas.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es que, sabiendo esto, sigamos repitiendo los mismos errores. Construyendo sin respeto por zonificación alguna. Un horizonte lleno de grúas podría sin duda ser reflejo de un progreso inequívoco, pero en nuestro caso, esto significa nuevos edificios y nuevos centros comerciales, más densidad poblacional en un valle que desde hace rato dijo ya no más.

Así entendemos los venezolanos el mundo que nos rodea. Ansiosos de dinero, dinero fácil, se permite el crecimiento anárquico, descomunal, mientras que las soluciones a los problemas se siguen dejando de lado. Acometer una nueva red de autopistas y avenidas, un esfuerzo monumental que implicará sin duda un desembolso bestial en expropiaciones y, sobre todo, un sacrificio grande de tráfico, es algo que ni siquiera está en los planes. Tenemos años y décadas de retraso con esos planes originales del metro, que contemplaban una cobertura más o menos completa de la ciudad para el año 2000 ó 2005. No existe una red competente de transporte público masivo, y lo que ya existe, metro, autobuses y por puesto, está colapsado y obsoleto. No existe la cultura del suburbio, y sin un sistema de trenes que traiga a la ciudad la mano de obra, es ilusorio soñar con gente que podría tener una vida digna en las afueras. No hay espacio para que el puerto de la Guaira o el aeropuerto de Maiquetía acometan futuras expansiones. No hay respeto por la memoria histórica: siempre es más fácil tumbar y levantar nuevos mamotretos. Zonas industriales se mezclan desordenadamente con zonas residenciales. No hay espacio para expandir las necesarias arterias viales, y las que ya existen, colapsadas, no tienen continuidad urbana alguna; más bien se cortan abruptamente en estúpidos cuellos de botella que generan colas que se multiplican al infinito. No existen planes de reciclaje de basura; es más, la capacidad de recoger basura hace ya mucho tiempo colapsó, y esta es una verdad innegable (y muy nauseabunda). Es más, seguimos hoy lanzando toneladas de mierda en nuestros ríos y quebradas. Sí, mierda. Y, por favor, pare usted de contar. Podríamos pasar horas nombrando problemas. Problemas cuya solución, costosa y difícil, seguimos dejando a los que están por venir.

El panorama es desalentador: la decadencia está ahí, y mientras no exista un sentimiento de pertenencia, esta indolencia permitirá que sigamos presenciando este deterioro como quien mira un cáncer y sabe que nada podrá hacer. Lo peor es que este sentimiento no e genera haciendo anacrónicos murales o cambiando la fecha de fundación de la ciudad. Esto es un esfuerzo multidisciplinario, que debe ser acometido por expertos y no por advenedizos de la política. Es un esfuerzo que, lamentablemente, de empezar hoy, podrían empezar a ver los frutos nuestros hijos o nietos. Pero no se comienza nada. Se sigue corriendo la arruga.

Este tema da para mucho más. Lo seguiremos desarrollando con calma en los días venideros. Mientras tanto, sus opiniones son bienvenidas aquí. ¿Qué crees que le hace falta a la ciudad? ¿Cuáles son sus problemas? ¿Cuáles creen que podrían ser las soluciones?

PD: Los problemas que ocurren en Caracas sabemos que se repiten, en mayor o menor grado, en las ciudades del interior del país. Si desde allí nos lees, por favor haznos saber la opinión de tu propia ciudad. Al fin y al cabo, todos estamos montados en este mismo barco. Bueno, más que barco, peñero. Cagá e peñero.